EUROPA
PRESS
22 junio
2023
¿Es
posible no engordar durante la menopausia?
Gema García Marcos
La bajada de estrógenos que se produce
al concluir la etapa fértil acarrea una serie de cambios, físicos y mentales,
que no tienen por qué ser tan 'dramáticos' como se les ha pintado
tradicionalmente.
Una de las consecuencias más 'temidas' de la menopausia es
ese aumento de peso que se nos profetiza a las mujeres según nos vamos
acercando a nuestra etapa no fértil. Como si de la llegada del lobo de los
cuentos se tratase, se nos alerta de que, con la retirada del periodo, nuestro
cuerpo va a cambiar, cosa, por cierto, absolutamente natural (igual procede
recordar que también cambió, y muchísimo más, cuando nos vino la regla por
primera vez).
Sin dramas, ni lamentos, pero cogiendo 'al toro por los
cuernos', no está mal asumir que, llegada la menopausia las mujeres,
efectivamente, podemos engordar y que esto, obviamente, no ocurre por arte de
magia, sino por la acción (o mejor dicho, la falta de ella) de los estrógenos,
un grupo de hormonas que desempeña un papel clave en nuestra salud: "Los
estrógenos tienen un montón de funciones entre las que destacan: favorecer el
proceso de mineralización ósea mediante el aumento de la reabsorción del
calcio; dirigir el almacén graso a nivel subcutáneo; disminuir las
concentraciones de TG y colesterol sanguíneo (protección cardiovascular);
mejorar el metabolismo glucídico (aumentando la sensibilidad a la insulina);
aumentar sensibilidad de la leptina, hormona encargada de regular el apetito
(por eso, cuando descienden los niveles de estrógenos, aumenta el apetito y
disminuye la sensación de saciedad) y activar los procesos de proliferación y
diferenciación celular", explica Paula Valiente Solé, especialista en
Nutrición Humana y Dietética en Palasiet Thalasso Clinic (Benicàssim).
A esto habría que añadir el hecho de que, a consecuencia de
la bajada de estrógenos, "no solo se acumula un mayor porcentaje de grasa,
sino que, además, cambia la forma en la que ésta se distribuye a lo largo de
nuestra anatomía". Valiente Solé nos detalla en qué consiste esta
'redistribución'. "Si, durante la edad fértil, los estrógenos dirigen el
almacén graso a nivel subcutáneo, sobre todo, hacia la zona de las caderas y
los glúteos, una vez llegada la menopausia, al aumentar la presencia de las
hormonas androgénicas -más comunes en los hombres-, el tejido adiposo tiende a
acumularse en el abdomen" (¡ojo con la grasa visceral!).
¿Qué deberíamos de tener en cuenta a la hora de planificar
nuestra dieta en esta etapa? Pues esa es, precisamente, una de las inquietudes
a las que Valiente Solé da respuesta en Equilibrio Mujer, el programa
personalizado de tratamientos orientados a mejorar la calidad de vida de las
mujeres llegadas a la menopausia que acaba de arrancar en Palasiet. "Ante
todo, y al igual que debemos hacer en cualquier otro momento de nuestra vida,
tenemos que asegurarnos de que llevamos una alimentación nutricionalmente
completa y equilibrada. Y, por supuesto, evitar caer en la trampa de atajos como
las dietas hipocalóricas y bajas en grasa, ya que la falta de energía provoca
una ralentización del metabolismo", asevera.
¿Qué alimentos no deberían de faltar para cubrir nuestras
necesidades? Esta nutricionista nos revela la lista:
•
Alimentos ricos en calcio. "Durante este periodo,
aumentan los requerimientos de nuestro organismo. Por eso, es recomendable
aumentar el consumo de productos lácteos, vegetales de hoja verde y, en el caso
de que no llegáramos a las cantidades recomendadas, se aconsejaría recurrir a
la suplementación".
•
Vitamina D: "Fundamental para favorecer la absorción
del calcio a nivel del intestino. La encontramos en pescados blancos y setas,
por poner algunos ejemplos. También es importante que nos expongamos,
diariamente, a la luz solar".
•
Proteínas. "Además de proporcionar la matriz
estructural del hueso, mejoran la absorción de calcio y fosforo en el
intestino. En esta etapa, la proteína desempeña un papel fundamental en el
mantenimiento de la masa muscular, que también se ve mermada por la bajada de
los estrógenos. Por eso, se aconseja un aumento en su ingesta con la finalidad
de compensar la pérdida de masa magra, así como la disminución de la absorción
y reutilización de los aminoácidos. Porque un aumento en el consumo de proteínas
se asocia con un mayor volumen de masa y fuerza muscular, tanto en mujeres
menopáusicas como en jóvenes. En este sentido, cabe recordar que, más allá de
su función anatómica ('protector' de nuestros huesos, garante de nuestra
postura y 'sostén' de nuestras vísceras), el músculo desempeña una importante
función metabólica: a más musculatura, más calorías quemaremos hasta en reposo.
Las proteínas las encontramos en: huevos, lácteos, pescados, carnes, legumbres
y semillas.
¿Nos puede ayudar a mitigar los cambios hormonales la
ingesta de algún alimento en concreto? "Sí. Resultan especialmente beneficiosos
los alimentos ricos en omega-3. Sus 'grasas buenas' tienen un efecto protector
cardiovascular. Actúan como antinflamatorio y también ayudan a disminuir los valores
de los triglicéridos en sangre. ¿Cuáles son? Los pescados azules -como el
salmón, las sardinas, las anchoas o el bonito-, el aguacate, los frutos secos,
las semillas de lino y la chía, entre otros".
¿Cómo lidiamos con esa retención de líquidos que tanto nos
castiga? "Aumentando la cantidad de potasio (frutas, verduras, cereales,
legumbres y tubérculos), reduciendo la comida basura (sal,) cuidando nuestra
hidratación (bebiendo agua y olvidándonos de refrescos, zumos y, por supuestos,
del alcohol) y practicando actividad física".
Sobre este último punto, el de la actividad física, esta
especialista pone en valor su práctica a lo largo de la toda la vida y enumera
algunos de sus múltiples beneficios:
•
Aumenta la síntesis proteica que facilita el crecimiento de
masa muscular,
•
Resulta clave en prevención de la osteoporosis y, en el caso
de las mujeres menopáusicas, disminuye el riesgo de fractura ya que, con la
bajada de estrógenos disminuye la reabsorción del calcio por parte de los
huesos. El entrenamiento de fuerza, en concreto, aumenta las concentraciones de
testosterona favoreciendo la mineralización ósea.
•
Mejora la sensibilidad a la insulina (que también se ve
disminuida),
•
Favorece la pérdida de grasa visceral y disminuye, por lo
tanto, el riesgo de accidentes vasculares.
•
Las personas que practican ejercicio tienen mayor capacidad
lipolítica (quema de grasa) en reposo.
•
Mejora el estado anímico por el aumento de la liberación de
dopamina, serotonina y noradrenalina.